He vivido siempre en países mayoritariamente católicos. Me críe en el
seno de una familia católica practicante, de las que traían el pack todo
incluido (la gente se casa por la iglesia, los niños se bautizan, se hace la
primera comunión...). He estudiado 11 años con los agustinos recoletos. He sido
monaguillo. He formado parte del apostolado de la oración (misa, comunión y
oración los primeros viernes de cada mes). He sido miembro de un centro
juvenil, con actividades religiosas, culturales, musicales y sociales. En fin,
he vivido el catolicismo desde dentro e intensamente, no se sólo lo que otros
me han contado.
Una vez leí que la música que escuchas sobre los 14 o 16 años, es la que
te va a gustar toda la vida. Y yo creo que, lo que te inculcan en casa desde
niño, es muy difícil de abandonar después. Así, es difícil que alguien criado
toda su vida en un ambiente católico, pueda sacudirse ciertas cosas.
Pero por suerte, los seres humanos tenemos el potencial de crecer,
desarrollarnos como personas, leer, ver, escuchar, descubrir, razonar y
preguntarnos y cuestionarnos lo que nos rodea, lo que nos han contado, lo que
nos han enseñado, lo que nos han dicho que es bueno y es malo, que se debe
hacer y no se debe hacer. Y según vas avanzando en ese proceso, te das cuenta
de que muchas de esas cosas que te han ido inculcando no son ciertas, no son el
mejor camino, no son el modelo a seguir. Que están viciadas, que en muchos
casos son una pantomima, un amaño y una forma de que muchas personas asuman lo que
les hacen, en aras de un futuro eterno mejor.
Eso me ha ido pasando con las religiones, y sobre todo con el
catolicismo, o mejor dicho, con la jerarquía y la estructura de la iglesia
católica. Desde muy pronto tras su nacimiento, arrimadita al poder establecido,
o al que le convenía en cada momento, rezumando hipocresía por todos los poros,
proclamando unas cosas y haciendo otras.
Si se analizan las líneas generales de las religiones mayoritarias,
parece demasiada casualidad que todas promuevan la humildad, el bajar la
cabeza, el aguantar lo que sea, como prueba divina y como garantía de un
espléndido futuro eterno. No recuerdo ahora mismo ninguna religión que diga:
lucha por tus derechos, protesta cuando te intenten pisotear, defiéndete, pide
explicaciones, acusa...
¿Por qué soy mucho más crítico con el catolicismo? Porque es lo que más
conozco, más he vivido y más me ha defraudado. Porque desde que, hace más de 25
años, escuchaba en algunas jornadas de convivencia "al pobre enséñale a
rezar antes de darle de comer" cuando yo decía "dale de comer,
ayúdale, ponlo en condiciones y ya rezará", algo no me terminaba de
cuadrar. Porque cuando hace ya más de 25 años, al ir a pedir al párroco ayuda
económica para terminar de preparar las cestas de ropa y comida que por el día
de la madre repartíamos a las madres pobres del barrio, o para poder comprar
algunos juguetes más de los que repartíamos en navidad a los niños más humildes
de las chabolas, y obteníamos por respuesta un "no hay dinero",
cuando se habían gastado un dineral en unos adornos para la iglesia, algo en mi
cabeza me decía que aquello no era como tenía que ser.
El ser humano ha buscado siempre algo que le explicara lo que no
entiende. Algo que justificara muchas cosas que no podía saber por qué pasaban.
El sol, las estrellas, las diosas de muchos brazos, los becerros de oro o un
cristo crucificado, muchas imágenes y seres han servido para esto. Cuando vas sacudiéndote
esa necesidad, el apartado sobrenatural empieza a ser superfluo.
Por todo esto, no creo en las religiones, no creo en sus estructuras y
jerarquías. Creo en las personas. De una u otra creencia o procedencia,
religiosas o no, católicas o agnósticas, pero en las personas. En todas partes
hay personas buenas, que hacen el bien, que ayudan a los demás, que se
interesan por los problemas de otros e intentan resolverlos. Esas son las
personas que merecen la pena, enarbolen la bandera que sea.
P.D.: El lenguaje usado en el anterior post ha molestado a alguna persona
a la que tengo cierto aprecio, lo que me ha hecho revisar las últimas entradas, y
me he dado cuenta de que es cierto que he abusado del insulto verbal y del
ataque furibundo, como muchas de las personas a las que critico. Como no soy Pérez Reverte,
con patente de corso para usar el lenguaje que quiera en su mesiánica página,
intentaré, siempre que las circunstancias me lo permitan, moderar mi lenguaje,
que no mi discurso.
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